El presidente de Perú, Pedro Castillo, cumple este jueves un año en el poder en medio de una incesante ofensiva de los opositores, de denuncias e investigaciones fiscales por supuesta corrupción y de dudas sobre lo que será su futuro en el corto y el mediano plazo.
Los ojos y oídos de los peruanos están puestos en lo que dirá Castillo el jueves en su discurso anual en el Congreso, pero también en lo que pueda decir en su contra el exsecretario general de la Presidencia Bruno Pacheco, supuesto orquestador de la red de corrupción y quien se entregó en las últimas horas tras varios meses en la clandestinidad.
Según observadores y actores políticos, de los dichos de Pacheco podría depender en parte el futuro del mandatario, quien desde que asumió el poder, e incluso desde antes, ha sido blanco de una intensa campaña de sus opositores, en especial de los tres partidos de derecha “dura”: Fuerza Popular (FP), Avanza País y Renovación Popular (RP).
Con una popularidad que según los sondeos apenas bordea el 20%, Castillo, quien llegó a la presidencia de la mano del partido marxista leninista Perú Libre (PL) -al que renunció-, ha tenido en sus acérrimos rivales a involuntarios aliados, pues, coinciden analistas, al ser aún más rechazados por la opinión pública pierden eficacia en su ofensiva.
El resultado del año apunta a lo que el politólogo Paolo Sosa llama un “empate catastrófico” entre el Ejecutivo y el Legislativo, que ha llevado al país a un entrampamiento que dificulta la adopción y ejecución de políticas públicas para enfrentar la delicada coyuntura económica y social.
“El Congreso no se quiere ir y el presidente tampoco y quienes vamos a perder somos nosotros (la población)”, señaló en el portal Ojo Público la politóloga Serly Figueroa, quien tiene sede en Cusco, ciudad que como otras varias de los Andes apoyó masivamente en las elecciones a Castillo.
Tras un año en el que Castillo contribuyó a su desgaste con “errores no forzados” en la designación de funcionarios y la falta de transparencia, según se coincide incluso en el oficialismo, son pocos los dispuestos a apostar que el mandato llegue hasta 2026.